El blog de Tomás Salas

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Tomás Salas es Doctor en Filología Hispánica  por la Universidad de Málaga.   Publica artículos en prensa y en webs, así como ensayos y estudios en revistas (Revista de Occidente, Cuenta y Razón, Espéculo, Robador de Europa). Ha publicado los libros Ortega y Gasset, teórico de la novela (Universidad de Málaga, 2001) y Un mundo al revés. Artículos sobre religión y sociedad (Credo Ediciones, 2013), aparte de la traducción anotada del poema "A los mártires españoles", de Paul Claudel (Ediciones Encuentro, 2011). Como poeta ha publicado Márgenes (Corona del Sur, Málaga, 2007) y algunos poemas en revistas como Álora la bien cercada, Turia, Robador de Europa, Rótula y Portal de Poesía. Su poema largo "Naufragio" puede leerse en la revista Adamar.  
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TEOLOGÍA PEDESTRE



El Catolicismo es una religión universal, pero no puede ser la Religión Global.



El Cristianismo no es una utopía social porque un mundo de santos también sería un mundo imperfecto.



Lo que no es tautología es mística.



El odio a los muertos, incluso en los ateos, tiene una dimensión religiosa.



El Cristianismo, al contrario de las ideologías, no ofrece al hombre la felicidad sino la verdad.



Lutero, Melanchthon, Calvino… nunca comprendieron que en la Iglesia sólo es posible la Restauración, no la Reforma.



El Estado Laico es la gran creación política del Cristianismo.



La Comunión de los santos explicada con sencillez: hasta que llegue la Parusía, los vivos y los muertos habitamos distintos camarotes, pero un mismo barco.



Todas las reformas que hoy plantea el Catolicismo ya han sido implantadas, con desastrosos resultados, en el Protestantismo.



Los dioses paganos modernos son más intangibles y difíciles de combatir que los antiguos.



El progresismo ilustrado conduce al hombre desde la caverna al orden; el Cristianismo, desde un orden roto a su restablecimiento.



La Iglesia, con su secular sabiduría, nos pide que recemos por las "intenciones" del papa -no por sus "ideas" ni por sus "hechos"-.



Sabernos contingentes, sostenidos por Dios al filo de la Nada, nos lleva a la gratitud o a la desesperación.



La idea cristiana de pureza es la antítesis del puritanismo.



Incluso en los peores momentos de la Iglesia, siempre hubo unos cuantos justos en Sodoma.



En vista de la sucesión de horrores que es la historia humana, la idea cristiana del pecado original parece una de las hipótesis antropológicas más lógicas.



Pilatos (paganismo clásico, religión como institución civil y política) polemiza con Anás y Caifás (judaísmo, religión como norma moral). En medio de la polémica y de la Historia, Cristo.



La barca de Pedro lleva más de 2000 años hundiéndose.



Decidimos quién nace (aborto) y quién muere (eutanasia). El Superhombre nietzscheriano está más cerca.



El Cristianismo es una extraña creencia que te pide rezar por la víctima, pero también por el verdugo.



Cada cual lleva su cruz: esa es la evidencia que nadie podrá negar al Cristianismo.



No hay herejía sin dogma, pero no hay apologética sin herejía.



La selva crece de forma "natural" allí donde no alcanza el sonido de la campana de la iglesia.



Misterio no es lo que no puede conocerse, sino lo que sólo se conoce a través de la Mística.



¿IZQUIERDA MATERIALISTA?

Esta costumbre de nuestra izquierda hispana por remover osamentas (escribo el 24 de septiembre de 2019) no es nueva y apunta a una constante histórica (los eones de Eugenio d'Ors) que contradice a la imagen convencional que tenemos del progresismo. Siempre se ha dado por supuesta la idea de que la izquierda es más material, alejada de las ideas religiosas o espiritualistas, mientras que los conservadores son más apegados a una concepción trascendente (concretamente, cristiana en nuestro ámbito cultural) de la vida. Los exabruptos y reacciones que la izquierda españolas (me centro en ellas) ha mostrado históricamente me hacen poner en duda este cliché.

La II República española, que supuestamente venía a traernos el laicismo y la ilustración tras siglos de oscurantismo, se estrenó, en mayo de 1931, con la quema de iglesias y conventos en Madrid y Málaga. La insistencia y persistencia del odio religioso en la guerra civil hace pensar que  hay aquí una concepción del conflicto político como conflicto de civilizaciones y, en última instancia,  religioso. En la dicotomía Modernidad-Tradición, se suele situar a la izquierda  en el primer elemento. Pero, ¿es así? Permítaseme repetir algo ya escrito:  “Cuando se irrumpe en una capilla con la intención de profanarla, o se hace una procesión blasfema no se actúa desde la fría razón. No sirven las ideas y argumentos. Estamos en el terreno de las pasiones profundas, de lo trascendente -o su negación-, Este debate, esta lucha se sitúa en un nivel religioso, porque la actitud blasfema tiene también un carácter religioso, aunque negativo”. (“Podemos tiene razón”, texto aquí).

Pemán, en uno de sus artículos, cuenta una anécdota significativa: en la guerra civil española,  un miliciano, en un acto de saqueo, se encuentra un fajo de billetes de banco, lo mira y lo arroja al fuego. ¿Materialismo? ¿Lucha por las condiciones económicas? Yo diría que lucha de religión: combate apocalíptico entre el Bien y el Mal. No Postmodernidad ni Tardocapitalismo, sino Edad Media.


PARADOJA DEL FUEGO Y LA GASOLINA

Todos sabemos que aumentan  los casos de la (mal) llamada violencia de género. Saltan a los medios casos de agresiones, violaciones, acosos. Para combatir este mal, nuestros responsables políticos y educativos y el orfeón de las voces orgánicas que repiten al unísono sus consignas corean: hay que actuar en la educación, hay que moldear las tiernas almas de nuestros púberes, antes de que crezcan  y se conviertan en recalcitrantes machistas.

Y, en efecto, se actúa sobre la escuela. El ámbito educativo es, junto con los medios de comunicación, el lugar favorito para que los difusores de lo Political Correctness difundan sus consignas.

Testigo de esta labor persistente, puedo comentar algunos ejemplos. En una ocasión, una chica joven da una charla  sobre violencia de género a alumnos de la primera etapa de la Secundaria. La solución que planteó a esta verdadera lacra es acabar con el papel de varón y mujer que no son más (recuerdo la palabra) que un “constructo”, es decir, un convencionalismo social que generamos, pero que no responde a ninguna realidad. Evidentemente, si acabamos con este molesto “constructo”, la violencia desaparecería. Infalible: si acabamos con los coches y las carreteras, desaparecen los accidentes de tráfico.

Otro ejemplo. Un representante de una asociación con un nombre complicado expuso a los chicos el siguiente argumento: ¿podéis escoger la ropa que os ponéis? ¿Y los zapatos y el peinado? Pues si podéis escoger esto, que es secundario, cómo no vais a poder elegir vuestro sexo, que es algo fundamental.

El tema, a pesar de que tiene sus aspectos pintorescos, es grave. La ideología de género, el igualitarismo sistemático, está difundiendo un conjunto de valores que van más allá de la reforma o sustitución de instituciones, costumbres, realidades sociales, económicas o políticas. Es algo de más hondo calado: se trastoca el concepto mismo de persona. Podemos decir que estamos ante una revolución antropológica. Y el concepto de persona que se nos propone es el de un ser cuya voluntad tiene una área infinita de actuación y un poder sin límites.  Disueltos los grandes valores morales y religiosos ("la fin des grands récits", que dice Lyotard), abolida la ley natural, ¿quién determina la realidad? Incluso, ¿quién determina mi propia realidad? No queda más que mi voluntad. Voluntad sin verdad ni sentido de lo trascendente, es decir sin límites, sin dirección ni objetivo. Es como una enorme fuerza, caudal sin diques, que puede ser constructiva o letalmente destructiva. Esa voluntad no tiene otro principio inspirador que un hedonismo de cortos vuelos. Carpe Diem,  recoge el gozo si está al alcance de la mano. Di siempre Sí al deseo. Se olvida aquella idea de Max Scheler de que el hombre es el único ser que sabe decir No a la naturaleza. El único ser vivo con capacidad de ascetismo.

La continua difusión de esta ideología laica,  moralmente minimalista, igualitaria y hedonista, ¿está teniendo los buenos resultados que cabe esperar? Basta con asomarse a los medios para ver que no; que las agresiones y violencias aumentan. Tengo la sensación de que intentamos apagar un fuego arrojándole gasolina.