POR EL CAMINO
QUE VUELVE A BELÉN
Enrique García-Máiquez
Los católicos de cuna
para llegar al Portal
tenemos sencillamente
que ir dando pasos atrás.
Volver a ver el Belén
con los ojos de la edad
que con el Niño no había
salto generacional.
… Aquella emoción tan limpia
como el río de cristal;
y aquellos Reyes llegando
casi, casi de Ultramar…
Nuestra estrella es la memoria;
la Nueva es recomenzar
y nuestra gran esperanza
se llama fidelidad.
Aquilino Duque
El gallo en el corral
canta y alza la cresta.
Vámonos al Portal
que hoy estamos de fiesta.
Hoy es oro la paja
y diamante el carbón;
la luna, una rodaja
de limón.
La fe es ciega y va a oscuras,
el alma se extravía
y busca en las alturas
la estrella que la guía.
Estrella, no te alejes,
acude a la zambomba.
Y tú, Niño, no dejes
que España se nos rompa.
VILLANCICO DEL ATEO
José Mateos
-Dime, María ¿qué anuncian
en la noche esas fogatas,
los cánticos y esa estrella
que brilla como la escarcha?
Dime ¿qué anuncian mis sueños,
María? ¿Y esas campanas
que prometen una vida
eterna como mi infancia?
-Que el amor quiere ser hombre,
José, con dudas y lágrimas;
que en un cuerpo enfermo y débil
quiere encarnar la palabra;
y que Dios quiere ser niño
que berrea y hace caca.
-¿Te has vuelto loca, María?
¡Si eso son cuentos y fábulas!
(Y María se sonríe,
se acaricia el vientre. Y calla).
NIEBLA EN EL PASADO
Víctor Jiménez
Será por este frío y que ando solo
por la calle esta tarde del invierno
en que apenas se ven los edificios
y las sombras que cruzan en silencio;
será por tanta soledad tan fría
y tanta pérdida en los ojos secos,
por lo que ahora veo cómo viene,
con sus padres y hermanos, a mi encuentro,
un niño, un niño que conozco, un niño
que, de repente, llega de otro tiempo
de ilusiones y luz en la mirada
subiendo el puente que le acerca al cielo.
Y mira y pasa entre la niebla y va,
en esa tarde mágica de enero,
en busca de Tres Magos que le traen,
desde Oriente, regalos, caramelos…
Mas vuelve el frío y sigo solo y sigue
el niño aquel perdiéndose a lo lejos.
ESCENA
Carmelo Guillén Acosta
"...que es de todas la primera".
(Fray Luis de León)
¡Pero qué tendrán los o-
de este Niño tan divi-
que purifican mi vi-
cuando los miro en la no-;
tan serenos, tan dicho-,
tan despiertos que en el cie-
no hay estrellas ni luce-
ni más desnuda hermosu-
que estos ojos, luz y albu-
y llama de fe y de fue-!
Apenas recién naci-
ya son para el aire go-,
para el cansancio repo-
y para mí mismo abri-;
estos ojos que me mi-
y en mi alma aventure-
dejan un poso que fre
mis anhelos terrena-
y me arranca a otra mora-,
que es de todas la prime-.
EXPLICANDO EL BELÉN A ANA
Pedro Sevilla
Ésta, Ana, es la Virgen, la que dijo:
“Hágase en mí, Señor…” Y este barbado
varón es San José, su desposado.
Son los padres del Niño-Dios, del Hijo
del Altísimo. No es un acertijo.
Lo que te cuento, Ana, es un sagrado
Nacimiento en diciembre celebrado
con ternura, turrón y regocijo.
Ésta es la mula, el buey éste. ¡Mira!
Estos son los pastores y esto el río,
plata azul, esto un puente y esto un pozo.
Y esta flor hecha carne que suspira
y se estremece porque tiene frío,
es Jesús, que es Amor, y es Cruz, y es gozo.
NOCHE DE REYES
José Vélez Otero
"porque ha llovido el tiempo sobre mí"
(César Simón)
Ya nunca mirarás por la ventana
para buscar la estrella del Oriente,
para esperar la luz que de repente
te abría el pozo añil de la mañana.
Ya nunca, de tu sueño incorporado,
esperarás sonámbulo a que suenen
murmullos en la sala, y ver que vienen
tus padres a anunciarte que han llegado.
Ni al pie de aquel belén de musgo y nieve
sentarte a la ilusión de lo asombroso
a abrir papeles, a tocar nervioso
la piel de lo imposible mientras llueve.
Ya nunca, nunca más… porque ha llovido
toda el agua del mundo en el olvido.
EL PORTAL DE BELÉN
Jorge de Arco
Llega puntual Joan Miró.
En su mágica maleta
un pincel y una paleta.
-“Es que el Niño se durmió.
¿Entonces, qué pinto yo.
aquí?”. Sonríe María:
-“Pues pinta una angelería
a tu modo y tu manera,
y será ya primavera
en esta noche tan fría”.
LA NOCHE Y EL BURRO
José Julio Cabanillas
Niño Manuel, la noche
dice que no has nacido.
¡Niño y Dios!... Imposible.
Padre José, ¿qué guardas
si ni siquiera es tu hijo?
Toda la noche en vela,
tantos días de viaje.
Pero a ti ¿qué te queda?
Madre María no sueñes
que tu hijo es un palomo
de lumbre que alza el vuelo.
Un cuerpo es lo que tienes
tiritando en los brazos
a medias con la muerte.
Tú no puedes salvarlo.
El burro alza un rebuzno.
Sus ojos negros dicen
¿que un Dios niño es mentira?
Pero qué boba la noche.
Ella o yo, ¿quién es más burro?
Anda y acerca tu dedo.
Roza su luz. Palpita.
¡Si el niño es la mañana!
Luz de luz, carne viva.
VILLANCICO
Juan Andivia Gómez
En la acampada
entre dolor y llanto
los niños cantan.
La Nochebuena
dicen los refugiados
que se celebra.
Y aunque no creas
hoy tenemos arroz
para la cena.
También comentan
que se piden deseos
a las estrellas.
Ahmed de pie
ha pedido unos padres
con quien crecer.
MENOS MAL
Daniel Cotta
¡Menos mal que al viejo Augusto,
feliz de su imperio inmenso,
en aquel momento justo
se le ocurrió hacer un censo!
¡Menos mal que el posadero
no tenía ya posada
para el joven carpintero
y su esposa embarazada!
¡Menos mal que a San Diablo,
ocupado en no ser bueno,
se le olvidó aquel establo
con su pesebre de heno!
¡Menos mal que en los alcores
convecinos al portal
se topó con los pastores
la embajada celestial!
¡Menos mal que el buen Mateo
fue a preguntar a María
por aquel santo jaleo
que después relataría!
¡Menos mal que nació Cristo!
¡Menos mal que fue verdad!
¡Menos mal que yo lo he visto!
¡Menos mal que es Navidad!
Beatriz Villacañas
Niño del universo,
Niño divino,
se me ha perdido un verso
por el camino.
Ayúdame a encontrarlo,
manda una estrella,
que con su luz señale
su oculta huella.
Ese verso es un niño
y quiere juego,
me dijo con un guiño:
“volveré luego”.
Es un verso que vuela,
desobediente,
y corre por el mundo
a contracorriente.
Se habrá ido contigo,
que es Navidad:
sabe que eres su amigo,
que eres Verdad.
Jesús Cotta
Una lágrima cayó
de la Virgen a la nieve.
Nunca la nieve engarzó
un cristal más transparente.
José soñó que velaba
el sueño de una doncella
y cuando se despertó
lo estaba velando ella.
En el sueño que envió
el ángel a san José
ya estábamos tú y yo
caminito de Belén.
Por la mano de la Virgen
están tu nombre y el mío
bordados en el embozo
de la sábana del niño.
NATIVIDAD
Antonio Montes
Nos ha nacido un Niño:
¡volad, campanas,
que vino el Rey del mundo
de madrugada!
Ángeles tocan
las campanas del Cielo
y lo alborotan.
El Niño nos sonríe
—¡volad, campanas!—
y su risa es más limpia
que el agua clara.
¡Vengan pastores
para adorar al Niño,
aunque es de noche!
El Niño se nos duerme:
¡tened, campanas,
que su sueño es más bello
que la alborada!
Hoy en Belén
ha nacido el Mesías
por nuestro bien.
—Ya tenemos al Niño,
al Salvador,
que a liberarnos viene
con su dolor.
—¡No te anticipes,
que día es hoy de gozo,
DÍA DE NAVIDAD
Carlos Javier Morales
Dentro de mí no siento la alegría
que inunda el día de hoy:
he de mirar la tierra,
he de mirar el cielo,
he de mirarte a ti:
tu luz, tu transparencia.
GLORIA A LA LUZ
Julio Ariza
Gloria a la Luz
y al Padre
del amor, los átomos y las rosas.
El padre niño ha nacido entre hojas
de romero, salvia y hierbabuena
y sus hijos,
paradoja de la divinidad,
lo reciben,
incrédulos y gozosos
como silbo primero
de una hermosa canción, la única.
Alzad la vista y bajad las manos:
ha nacido El Salvador.
VILLANCICO DE
SAN JOSÉ DESPISTADO
SAN JOSÉ DESPISTADO
Tomás Salas
Entre tanto trapicheo
de animales y personas,
entre pastores que asoman
y ángeles que dan voleo
a sus alas; entre seres
tanto humanos como astrales;
señorones, menestrales,
gentes humildes y reyes...
con Belén tan ruidoso
y tamaña algarabía,
mula y buey se han espantado.
Jesús se hace pis, nervioso,
y no lo cambia María.
¡Y José ni se ha enterado!
AL PORTAL
Jesús Beades
Al portal, unos cuantos
hemos venido
a cantarle a este Niño
que está dormido.
Le traerán los Reyes
muchos regalos.
Seguro que a mí no,
porque soy malo.
San José, que es muy bueno,
nos hace caso.
De vino de Jerez
llena mi vaso.
Ya no puedo estar triste.
¡Es Navidad!
Le cantamos al Niño,
despierto ya.
NAVIDAD DE SEVILLA
José María Jurado
Si los cielos se adornan con plumas de avestruz
y en las calles relucen naranjas de cristal,
sobre el bosque de piedra y nieve artificial
la Torre es un abeto coronado de luz.
Villancico de bronce del oriente andaluz,
campana sobre campana de la Catedral,
la maga caravana trae solemne y fatal
la mirra y el incienso y el oro de la Cruz.
Palmerales de Egipto y alcázar de David
en donde por las noches suspira Salomé,
¿visteis pasar al Seise que anunció el ruiseñor?
Los costaleros beben del fruto de la vid
en la fuente de plata de don Pedro el Cruel,
y espera la Esperanza transida de dolor.
NATALIS SOLIS INVICTI
José Manuel Gómez Fernández
Parad, dejad por un momento
el tedio de las discusiones,
las compras sin medida,
el brillo del oro en los vestidos,
las lecturas insustanciales,
el dinero con sus miserias,
el dolor por el tiempo ido...
Parad, dejadlo todo
y venid a adorar conmigo
a un niño, Dios con nosotros,
que hoy es nacido
en cuna humilde y prestada.
Es nacido en medio
del ruido del mundo,
de las guerras, del odio,
de las luchas por el crudo,
de las batallas religiosas,
de la locura del hombre...
Adoremos la luz y hermosura
de sus bellos labios,
hoy sellados por el sueño,
que pronto serán anuncio
del gozo y de la promesa
de Su palabra eterna.
Ved que, allá en la altura,
el sol, quieto e invicto,
vuelve a nacer,
de nuevo,
FIGURILLA DEL BELÉN
José Antonio Fernández Sánchez
Todos los años naces pero este
debe ser bien diferente.
Compláceme, abandona la figura.
Deja el inerte barro.
Asombra al mundo.
A PAULA EMBARAZADA EN NAVIDAD
Lutgardo García
Y por ti está tiritando
Santa Teresa de Jesús
Estoy mirando y mirando
la navidad de tu vientre.
Mas déjame, amor, que encuentre
el verso que estoy soñando.
“¿Cómo será?” voy pensando
este prolongado Adviento.
Tu vientre es un horno, lento
va cociendo con esmero.
Dios es maestro alfarero…
Nuestro amor el instrumento.
VILLANCICO
Izara Batres
Celebro, Madre, tu vientre de calor,
tu orilla margarita y fresca,
tu niña dorada.
Madre, con tu don hago luces y palabras nuevas,
y sobre la nieve pinto guirnaldas,
accesos floridos a otro país del tiempo.
Te canto, Madre y, desde tu verdad,
sueño notas azules, infinidades, metáforas,
busco el cielo de tu virtud en la ternura deslumbrante
de esta primavera blanca
que nace en tus manos.
A PAULA EMBARAZADA EN NAVIDAD
Lutgardo García
Y por ti está tiritando
Santa Teresa de Jesús
Estoy mirando y mirando
la navidad de tu vientre.
Mas déjame, amor, que encuentre
el verso que estoy soñando.
“¿Cómo será?” voy pensando
este prolongado Adviento.
Tu vientre es un horno, lento
va cociendo con esmero.
Dios es maestro alfarero…
Nuestro amor el instrumento.
VILLANCICO
Izara Batres
Celebro, Madre, tu vientre de calor,
tu orilla margarita y fresca,
tu niña dorada.
Madre, con tu don hago luces y palabras nuevas,
y sobre la nieve pinto guirnaldas,
accesos floridos a otro país del tiempo.
Te canto, Madre y, desde tu verdad,
sueño notas azules, infinidades, metáforas,
busco el cielo de tu virtud en la ternura deslumbrante
de esta primavera blanca
que nace en tus manos.
Caído del Cielo: el Niño Jesús
en la pintura y la iluminación de libros
José Luis Trullo.- Aunque la imagen que tenemos en los tiempos modernos de la clásica escena de la Natividad de Jesús (con la presencia del Niño acomodado en un pesebre circundado por María y José, con el asno y el buey en segundo plano y los Reyes Magos, cuando comparecen, al borde del portal) puede resultarnos convencional, arquetípica y, por ello, invariable a lo largo del tiempo, lo cierto es que no es así. Un somero repaso a la iconografía de dicha escena en la historia de la pintura y la iluminación de manuscritos puede proporcionarnos, aparte de un didáctico contrapunto a nuestros prejuicios, una interesante perspectiva de comprensión religiosa de este episodio fundamental en la historia de la especie.
Y es que, sí, por muy desmesurado que nos pueda parecer, un hecho tan humilde como el nacimiendo de un bebé en un remoto rincón de Oriente Medio cambió el curso de la humanidad. Dejando a un lado si su incidencia real se debió, en gran medida, a su adopción como religión oficial por parte del Imperio Romano (aun cuando podríamos preguntarnos si no fue al revés: que los politeístas se tuvieron que prosternar ante el cristianismo porque en él reconocieron el único camino a la salvación), lo cierto e incontrovertible es que la representación de la Natividad de Jesús ha merecido, en todas las épocas, una atención primordial, esmerada y devota.
Desde los primeros mosaicos paleocristianos, seguidos por los altorrelieves que adornaban los sarcófagos de los patricios creyentes durante el siglo IV, pasando por los frescos románicos y los altares góticos, hasta desembocar en la iluminación de manuscritos de finales de la Edad Media y los lienzos y las tablas renacentistas, la fortuna iconográfica que ha corrido la Natividad del Señor ha sido variopinta, si bien hay que destacar que la continuidad de dicha representación fue muy superior entre los siglos XIV y XVI que la que experimentó en épocas posteriores.
Precisamente este hecho es el que me ha movido a escribir este breve artículo acerca del modo en que los pintores plasmaron al Niño Jesús en sus respectivas Natividades en la Edad Media y el Renacimiento, poniendo énfasis en el siguiente punto: el que fuese representado, en lugar de como un recién nacido más (aun dotado de cierta aura celestial), que es como nos lo figuramos actualmente, como un auténtico ser de otra galaxia, casi como un meteorito. Me explico.
En no pocas obras medievales, aparece el Niño Jesús, no cómodamente instalado en un pesebre de madera o de piedra (como sí se le representa en piezas más antiguas, y también posteriores), sino directamente posado sobre el suelo, a veces sobre el borde de la capa de la Virgen o sobre un simple paño, pero no siempre. Este es el caso, por poner sólo un ejemplo, de la Adoración del Niño (1445), de Stephan Lochner, una pintura sobre tabla en la cual vemos al recién nacido depositado en tierra, mientras la Virgen lo contempla en actitud reverente, aunque extrañamente distante. A diferencia de otras muchas representaciones anteriores ‒caso de la anónima Natividad de 1410 conservada en la Galería de Viena, o en la de 1340 en la Galería Nacional de Praga, donde María se muestra afectuosa y en contacto con el bebé‒, en esta nos sorprende la frialdad de la madre respecto al fruto de sus entrañas. Es como si no acabara de reconocerlo como propio.
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en la pintura y la iluminación de libros
José Luis Trullo.- Aunque la imagen que tenemos en los tiempos modernos de la clásica escena de la Natividad de Jesús (con la presencia del Niño acomodado en un pesebre circundado por María y José, con el asno y el buey en segundo plano y los Reyes Magos, cuando comparecen, al borde del portal) puede resultarnos convencional, arquetípica y, por ello, invariable a lo largo del tiempo, lo cierto es que no es así. Un somero repaso a la iconografía de dicha escena en la historia de la pintura y la iluminación de manuscritos puede proporcionarnos, aparte de un didáctico contrapunto a nuestros prejuicios, una interesante perspectiva de comprensión religiosa de este episodio fundamental en la historia de la especie.
Y es que, sí, por muy desmesurado que nos pueda parecer, un hecho tan humilde como el nacimiendo de un bebé en un remoto rincón de Oriente Medio cambió el curso de la humanidad. Dejando a un lado si su incidencia real se debió, en gran medida, a su adopción como religión oficial por parte del Imperio Romano (aun cuando podríamos preguntarnos si no fue al revés: que los politeístas se tuvieron que prosternar ante el cristianismo porque en él reconocieron el único camino a la salvación), lo cierto e incontrovertible es que la representación de la Natividad de Jesús ha merecido, en todas las épocas, una atención primordial, esmerada y devota.
Desde los primeros mosaicos paleocristianos, seguidos por los altorrelieves que adornaban los sarcófagos de los patricios creyentes durante el siglo IV, pasando por los frescos románicos y los altares góticos, hasta desembocar en la iluminación de manuscritos de finales de la Edad Media y los lienzos y las tablas renacentistas, la fortuna iconográfica que ha corrido la Natividad del Señor ha sido variopinta, si bien hay que destacar que la continuidad de dicha representación fue muy superior entre los siglos XIV y XVI que la que experimentó en épocas posteriores.
Precisamente este hecho es el que me ha movido a escribir este breve artículo acerca del modo en que los pintores plasmaron al Niño Jesús en sus respectivas Natividades en la Edad Media y el Renacimiento, poniendo énfasis en el siguiente punto: el que fuese representado, en lugar de como un recién nacido más (aun dotado de cierta aura celestial), que es como nos lo figuramos actualmente, como un auténtico ser de otra galaxia, casi como un meteorito. Me explico.
En no pocas obras medievales, aparece el Niño Jesús, no cómodamente instalado en un pesebre de madera o de piedra (como sí se le representa en piezas más antiguas, y también posteriores), sino directamente posado sobre el suelo, a veces sobre el borde de la capa de la Virgen o sobre un simple paño, pero no siempre. Este es el caso, por poner sólo un ejemplo, de la Adoración del Niño (1445), de Stephan Lochner, una pintura sobre tabla en la cual vemos al recién nacido depositado en tierra, mientras la Virgen lo contempla en actitud reverente, aunque extrañamente distante. A diferencia de otras muchas representaciones anteriores ‒caso de la anónima Natividad de 1410 conservada en la Galería de Viena, o en la de 1340 en la Galería Nacional de Praga, donde María se muestra afectuosa y en contacto con el bebé‒, en esta nos sorprende la frialdad de la madre respecto al fruto de sus entrañas. Es como si no acabara de reconocerlo como propio.
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J.S. BACH
ORATORIO DE NAVIDAD