Armando Pego: "Aunque estemos en los umbrales de una época transhumanista, no es posible renunciar a la esperanza"


Esta entrevista es un reconocimiento y una invitación. Desde el año 2012, Armando Pego Puigbó (Madrid, 1970), profesor de Humanidades en la Universidad Ramón Llull, ha sostenido durante siete años el blog Donna mi prega, bajo la máscara dramática de Guido Cavalcanti, en el que ha desarrollado lo que él denomina una estética "stilnovista claravalense", para acercarse a diversas manifestaciones culturales (literarias, filosóficas, musicales, religiosas, e incluso cinematográficas), así como a algunos de los fenómenos socioculturales que vienen aquejando a este siglo desde sus comienzos (y más allá). Ahora bien, este hecho -el de un blog que comienza y concluye- no debería ser motivo suficiente para dicha invitación y dicho reconocimiento, pero como en Numen gustamos de destacar aquellos ejercicios culturales que, además, y sobre todo, tienen algo de espirituales, hemos considerado que los temas tratados en Donna mi prega durante estos siete años bien podrían ser del gusto de los lectores: la teología como hermenéutica de la creación, las nuevas pedagogías como impulsores del sempiterno (pero siempre cambiante) hombre nuevo, el nihilismo contemporáneo y la fundición de las Dos Espadas, el estudio de una Tradición que es ya más una vieja Troya que una nueva Ítaca… Desde hace un tiempo, tenemos también la oportunidad de disfrutar de tres sucesivas selecciones de las entradas del blog publicadas en papel (XXI Güelfos, 2014; Teología güelfa, 2015; y Memorias de un güelfo desterrado, 2016, todos ellos en Editorial Vitela). Asimismo, ha publicado El Renacimiento espiritual. Introducción a los tratados de oración españoles. 1520-1566. Madrid: CSIC, 2004). Sea esta entrevista una palanca para estos y otros asuntos, siempre en camino hacia el Absoluto.

Desde el año 2012 hasta hace pocas semanas, has llevado a cabo la ingente tarea de llevar a buen puerto un blog de gran calado intelectual, filosófico y religioso. Así pues, vayamos al principio: ¿Qué motivos te llevaron a emprenderlo?

-Durante años había procurado labrarme una estabilidad académica. Me di cuenta de que, si seguía sólo aquel camino, perdería irreversiblemente el núcleo de mi vocación más íntima: ser lector. Había alcanzado la edad en que murió mi admirado Guido Cavalcanti y yo estaba punto de matar por omisión mi propia fe literaria.

Así es como surgió la idea de comenzar un blog, solitario y marginal. Así que, para conmemorar el fallecimiento de Cavalcanti, un día después de su aniversario, empecé a publicar con su apellido la primera entrada y así durante siete años hasta celebrar un nuevo aniversario ya completo tras trescientas entradas… 


En el blog asistimos a la revisión, lectura y análisis de obras literarias, filosóficas, cinematográficas e incluso musicales desde una estética "stilnovista" con claras alusiones a la vida monacal, casi en sentido escatológico, y que apunta a una suerte de decantamiento por la opción güelfa (en oposición a la opción gibelina). La pregunta se impone: ¿Es posible ser güelfo hoy?

-En efecto, en honor de Guido Cavalcanti y de San Bernardo de Claraval, denomino “stilnovismo claravalense” a mi estética. El símbolo del “güelfo” apunta en esa dirección. En la tensión existente entre el poeta y el monje o entre el ciudadano de la tierra y el del cielo, he querido reflexionar sobre el alcance actual de los conceptos de auctoritas y potestas. Por medieval –aun sin nostalgia alguna- el “güelfo” es decididamente (anti)posmoderno. No rehúye, sino que enfrenta un debate como el de las dos espadas que, aunque silenciado, mantiene paradójicamente su actualidad.

Entiendo perfectamente la desilusión güelfa que llevó a Dante a redactar Monarchia, pero creo que el “güelfo” actual debe vencer la tentación “gibelina” que lleva dentro de sí cuando actúa honradamente. Ni subordinación, ni complementariedad con las dominaciones de este mundo. Tampoco oposición. Con su independencia, el “güelfo” sabe que “Su Reino no es de este mundo”, es decir, que no debe conformarse con traerlo aquí. Habiendo germinado en su interior como un grano de mostaza, debe esforzarse por conducir esta realidad hacia allí. El suyo no es un movimiento de introyección sino de éxtasis. 

Ser güelfo hoy es tal vez imposible. Dispersos, tal vez derrotados, jamás rendidos,no obstante, son imprescindibles para defender las libertades más básicas: el sentido de pertenencia a una tradición y la defensa de la dignidad inviolable del ser humano. 


En el blog, pudiera parecer discordante la atención que se dedica a las así llamadas "nuevas pedagogías"; sin embargo, al hilo de tu respuesta, queda claro que la resistencia ante ellas no proviene de un mero escepticismo, sino de la defensa de una idea del hombre, la cultura y, en definitiva, la Tradición. ¿Crees que esas "nuevas pedagogías" suponen el asalto final, desde la cuna, al hilo irrompible que unen los clásicos grecolatinos con la Revelación cristiana y sus frutos en el humanismo?

-Las neopedagogías han estado y están al servicio de intereses ideológicos y económicos y han cumplido a (in)conciencia las funciones de vigilancia y control social que en la modernidad se han asignado a la educación. 

Frente a él, mi posición no es exactamente “tradicionalista”. En mi blog Cavalcanti suele calificarse de “anarcorreaccionario”. He leído lo suficiente a Joseph De Maistre como para hacerme ilusiones sobre ningún tipo de restauración y a Michel Foucault como para incurrir en la ingenuidad culpable de creer que la Tradición no ha sido utilizada comoun campo de juego donde se ha consumado la irreversible traición de sus clérigos.

No me considero un pesimista ni un profeta elegíaco de calamidades. Si me permites una analogía alegórica, de raíz clásica, considero que vivimos entre los rescoldos de una Troya arrasada, caída. Podemos entregarnos a la melancolía aventura y astuta de Ulises o emprender, con desolada esperanza, el viaje de Eneas y el resto de su pueblo hacia una tierra prometida todavía por refundar, llevando como único bagaje la confianza que germinará del fundamento indestructible – de la Palabra- de esa Tradición desgarrada.


Es interesante la distancia que estableces entre un héroe, Ulises, "fluido" y casi posmoderno, y Eneas, héroe con los pies, digámoslo así, más hundidos en la herencia y la tradición. ¿Estaríamos de nuevo, por tanto, en la cíclica batalla entre paganismo y romanidad asociada al cristianismo, con la gnosis agazapada en su trinchera, siempre dispuesta a desplegarse y actuar? 

-Ulises representa al hombre que ha abandonado a su mujer y ha desatendido a su hijo, aunque es heroica su perseverancia por regresar al hogar. Pero entretanto casi nadie se ha preguntado hasta recientemente por los sentimientos de Telémaco, al que se le rinde un entorno de diagnósticos hipermedicalizados.

Por el contrario, el viaje de Eneas es movido por la superación de una pérdida, la de su esposa Creúsa. Eneas lleva a cuestas el sentido de una trasmisión que es la base de toda tradición: todo hijo debe convertirse en padre y honrar a Anquises cuidando desus deberes hacia su propio hijo, Julo Ascano. 

Las relaciones filiales y de fraternidad de Ulises y Eneas reflejan dos concepciones de la existencia humana, tal vez no contradictorias, pero sí en un conflicto creativo.

Ahora bien, el fin del viaje del nuevo Eneas parece encontrarsede camino a una nueva Patmos, como había intuido V. Soloviev en el Relato del Anticristo. Por ello, tal vez me interese tanto la figura bíblica de Rut, la moabita, un personaje de una pureza exquisita capaz de escoger una nueva madre y de fundar, en un nuevo pueblo, una dinastía real. Eneas debiera merecer la virtud de esperarla y de amarla. Quizás esta es la base de esa “poética del monasterio” que Donna mi prega ha atisbado y que me gustaría desarrollar quién sabe cómo.


Volviendo al blog, este ha consistido en multitud de ocasiones en series sucesivas de exégesis de obras ajenas, figuras de papas, autores contemporáneos, etcétera, incluso en anécdotas ilustrativas del autor del blog. ¿Responde esto a una voluntad de riguroso inventario cultural desde la perspectiva estética mencionada más arriba o se trata más bien de series surgidas al albur de los días, según el humor de Cavalcanti o la situación sociopolítica de turno?

-Desde las primeras entradas de Donna mi prega emergen no sólo los temas centrales que lo han caracterizado, sino que también empiezan a aparecer personajes decisivos en la formación de su identidad semificcionalizada o “heterónima”: “mi amigo germanófilo”, “mi hijo Calvin” o “donna tolosana”.

De igual modo,la reflexión reiterada sobre las relaciones entre Cavalcanti, Dante y San Bernardo a través de las que se va concretando mi “stilnovismo claravalense” sirve para construir un paisaje cultural y vital arraigado en una memoria personal formada por la lectura reimaginada del mundo de los jansenistas,de los “recusantes” ingleses o de los cistercienses. Con ellos me enfrento con la situación sociopolítica “de turno”…

Como he insinuado en una de las entradas finales, en ese “inventario cultural” que he trazado con una voluntad de estilo y de sentido he intentado probar formas implícitas de narración contenidas en el ensayo.


Y así, en un momento dado, das el salto a la página impresa. ¿Qué sucedió?

-Mi amigo Rafael Bonilla me animó a formar un pequeño volumen antológico. En unas Navidades febriles compuse XXI Güelfos (2014). Como no he tenido nunca grandes ambiciones, contacté con Vitela Editorial, una editorial sevillana pequeña, ahora desaparecida. La distribución ha sido dificultosa, pero la relación con el editor, Jaime Galbarro, fue increíble en un nivel creativo. Con toda naturalidad, salieron después en el mismo sello Teología güelfa (2015) y Memorias de un güelfo desterrado (2016). Quedó así confirmada para mí aquella vocación de lector de la que hablábamos al principio.


En una entrada del 2017 en la que se contraponen la parábola del hijo pródigo y la del buen samaritano, se describe a este como alguien para quien "su labor, imprescindible, no es estable; no está vinculado a un sitio fijo, sino que está en camino". ¿Hacia dónde va Cavalcanti? ¿Tendremos aún una última señal o marca antes de que se "diluya en el horizonte"?

-Tengo preparado un Epílogo güelfo, que vendría a ser una suma de las preocupaciones que han ocupado la labor de Cavalcanti durante todos estos años: una peregrinación estética y teológica por el camino de mi memoria cultural. Sin embargo, observo que su lugar está en el corazón mismo de la Trilogía güelfa. No funcionaría como una mera adición final. Con él se cumplirían los cien capítulos de este itinerario. Rendiría así el último tributo de una Comedia dantesca según la forma de un Cancionero «stilnovista». Como si se tratase de un ensayo-novela, titularía todo el conjunto Cavalcanti en Claraval.


Sabemos también de un segundo blog, más humilde en sus intenciones, pero no por ello menos intempestivo, que tienes en marcha: "El peregrino absoluto", bajo la égida de nuestro admirado Leon Bloy. ¿En qué consisten su intención y alcance?

-Como dices, consiste en un homenaje a la Exégesis de los lugares comunes de Léon Bloy, sin incurrir en el pastiche. Son entradas breves, casi como poemas en prosa, que quieren analizar la estupidez de los nuevos filisteos a través de esas locuciones omnipresentes en el lenguaje político, académico o periodístico, del tipo “implementar alternativas”, “incendiar las redes” o “minuto de silencio”. Intentan desarrollar la ilógica del principio de no no contradicción que hiere en el lenguaje nuestra dignidad humana. El modelo es Bloy, sí, pero bajo él ojalá tampoco desmereciese demasiado la lección conceptista de los maestros barrocos: Baltasar Gracián, Juan de Zabaleta, Francisco de Quevedo y, ay, Rafael Sánchez Ferlosio. Sometidos a la estructura de un libro de aforismos, me gustaría poder acabar publicando esos análisis en un volumen de (in)gratitud al Peregrino de lo Absoluto.


¿Y ahora? ¿Podremos volver a encontrar -en algún lugar, en algún momento- esa poética del monasterio que mencionabas?  

-Ahora es un momento para meditar silenciosamente. A través de mi blog, soy consciente de que, mejor o peor, he logrado construir mi monasterio. Debo trabajar en él como si me encontrase humildementeen “una escuela del servicio divino”. No se trata de articular una apología, sino una poética; buscar no su defensa, sino ahondar en el misterio de su gramática. 

Una poética del monasterio debería fundarse en los tres pilares que han sostenido en la historia occidental la tradición cristiana sobre la herencia grecorromana: el Padre, el Maestro y el Monje. Aunque estemos en los umbrales de una época transhumanista, no es posible renunciar a la esperanza. 

Ojalá pueda elaborar un breviario que, sin pretensiones, sea una guía de esa poética. Aquí y allí, mediante colaboraciones en otras iniciativas digitales, sin excluir las mías propias, desearía poder seguir asentando, con nuevas formas y diferente aliento, las reflexiones que durante siete años han cristalizado en Donna mi prega



Ander Mayora