A quién la gratitud: Dios en la poesía actual


Según se lee en Líneas de flotación, "La necesidad antropológica de Dios surgió cuando quisimos dar las gracias y no supimos a quién". Pues bien, creo que una buena vía de acceso a la inagotable temática de Dios es, justamente, la de la gratitud. Gratitud por haber nacido, por seguir vivos, por sentirnos acompañados (aunque muchas veces no sepamos cómo ni por qué) y por esperar aún más vida después de esta vida. Y gratitud a espuertas se encuentra en esta magnífica antología de poemas que acaba de publicar Adonáis, en conmemoración de la homónima que viera la luz en 1970, en la Biblioteca de Autores Cristianos.

La que nos ocupa ha corrido a cargo de José Julio Cabanillas y Carmelo Guillén Acosta, quienes han invitado a participar a una pléyade de poetas españoles vivos, entre los cuales he tenido el placer de encontrar a no pocos amigos, conocidos y/o saludados: Jesús Cotta, Gabriel Insausti, Enrique García-Máiquez, Jesús Montiel, José Mateos, Alfonso Brezmes... Asimismo, se incluyen autores muy apreciados por mí, como Vicente Gallego, Eloy Sánchez Rosillo y Andrés Trapiello, e incluso a un escritor al que he tenido el privilegio de editar yo mismo un poemario en Libros al Albur (Días comunes), José Antonio Fernández Sánchez. Con ello quiero decir que al pasar las páginas de este estupendo libro me he sentido un poco como en casa, por los asistentes al simposio y, cómo no, por el anfitrión, ese Dios que nunca pasa del todo porque siempre está para lo que dispongamos; no en vano, hay quien dice que una época se define por el espacio que otorga en su seno a la divinidad.

Que los poetas de esta antología tienen reservado a Dios en sus vidas un amplio salón o, en el peor de los casos, un luminoso ventanal se percibe desde el primer poema, que abre la colección de manera radiante y conmovedora: ese "Libérame Dómine", de Gracia Aguilar, nos coloca de forma muy pertinente en la tesitura adecuada del creyente cristiano, que es alguien que confía y espera, pide y desea, tanto o más de lo que se instala en sus cómodas certezas dogmáticas. Me han atraído especialmente los ejercicios líricos de los hermanos Cotta (Jesús y Daniel), que ubican su experiencia religiosa en el marco de la cotidiana búsqueda del sentido mundano a través de la conciencia del don, tan excesivo que a veces uno sabe ni cómo gestionarlo. También ha despertado mi gozosa sorpresa la estampa del pastorcillo que asiste al Nacimiento por antonomasia, el del Salvador hecho carne, descrito con magistral inteligencia y sensibilidad por Gabriel Insausti.

Quizás donde más explícita se plasme esa gratitud consustancial a la creencia (damos las gracias porque, de lo contrario, seríamos "pobres girasoles girando en torno a nada", como apostilla de nuevo Cotta) sea en el poema de Jesus Almuzara extraído de su libro Constantes vitales, el cual concluye con estos versos:

"Gracias, Señor, por todo y, sobre todo,
gracias de todo corazón por darnos
la inquieta soledad que nos unió,
por hacer necesario lo que soy,
por poner a mi alcance lo que amo".

Para el humano del siglo XXI, que da por supuesto que tiene derecho a todo por el mero hecho de haber nacido, la humilde gratitud ha devenido una noción extraña, incluso repulsiva, y más aún si se dirige hacia un Ser al que ni busca ni comprende, pues búsqueda y comprensión se han degradado en sus manos como nociones caídas y embrutecedoras. El ateo radical, el agnóstico, que niega cualquier trascendencia y, menos aún, cualquier dependencia de lo que escapa a sus misérrimas categorías cognoscitivas (las del número y la pauta, el molde y la prisión), Dios es casi un insulto a la inteligencia, un desafío que le desborda y que, por ello, se siente compelido a orillar, a riesgo de verse él mismo pobre patán desbordado y aniquilado.

Leyendo los poemas sabiamente reunidos en este volumen al cual, si un pero cabría ponerle, sería el de sus fragilísimas cubiertas, tan finas como una cuartilla escolar uno no puede por menos que celebrar que, en pleno siglo XXI, Dios siga concitando tanto amor desinteresado y tanta sincera devoción. Pues, por mucho que la racionalidad instrumental nos trata de persuadir de lo contrario, todavía somos muchos los convencidos de que, más allá del útil y la ganancia material, subsiste "ese secreto temblor que nos recorre / en la cima del éxtasis" (Juan Meseguer) por el cual y para el cual vale la pena vivir y sentirse siempre en deuda... puesto que, como bien apunta Enrique García-Máiquez, "no basta una vida para dar bien las gracias".

José Luis Trullo



DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE

Queremos inaugurar esta revista cuatrimestral con un monográfico sobre lo espiritual en el arte, entendiendo por espiritual aquella faceta de lo humano que no es meramente corporal o sensitiva y que puede conectar con Dios. Ahora que lo espiritual se asocia más bien a un supermercado de la Nueva Era en un universo cerrado e inmanente con olor a sándalo y sonido de platillos indios, mostramos aquí a quienes desde la pintura, la poesía, la filosofía, la música, el cine, etc., conciben más bien un universo que no huele a cerrado sino que se abre a la trascendencia. En vez de la esfera, la cruz. 





Francisco Lorca

Hiram Barrios

Victoria Cirlot

Jesús Cotta

José Jiménez Lozano
Ángel Justo Estebaranz

Antonio Barnés