Olivier Messiaen y «les corps glorieux»




José Julio Cabanillas.- Olivier Messiaen (Francia, 1908- 1992) es quizá el músico europeo más importante de la segunda mitad del siglo XX. Dotado desde niño de un talento excepcional, estudió en el Conservatorio de París, donde más tarde sería profesor. En su vida apenas hubo acontecimientos de relieve, como no sea que a comienzos de la segunda Guerra Mundial formó parte del ejército francés. La primera vez que su unidad entro en batalla, Messiaen fue apresado por el ejército alemán y lo ingresaron en un campo de presos. Allí compuso y estrenó, en audiencia pública para los otros reclusos, su célebre Cuarteto para el fin de los tiempos, obra maestra de la música contemporánea. Una vez liberado, Messiaen comenzó su trabajo de profesor, mientras su crecimiento musical fue, poco a poco, agigantándose, y su obra fue interpretándose con éxito en América y Europa.

Pero acaso lo que Messiaen más amó en este mundo fue su órgano y los pájaros, a los que dedicó muchos veranos de su vida para gozar de sus cantos y transcribirlos al pentagrama. Organista y ornitólogo, pero también creyente convencido, casi a prueba de bomba como demostró en el campo de prisioneros, y buscador infatigable de nuevas sonoridades. A veces se tiene la impresión de que su sed de eternidad solo pudo calmarla en la música y en aquellos abismos elevados al cielo que alzan los pájaros.

Fue un trabajador incansable: música para piano, coral, de cámara, sinfónica, y hasta una ópera sobre la vida de san Francisco de Asís. Pero en la mayoría de lo compositores, la semilla de su creación germina en un instrumento solista, del que suele ser un maestro consumado. En el caso de Messiaen su instrumento fue el órgano.

En 1931, con veintidós años y recién acabados sus estudios en el Conservatorio, ocupó plaza de organista en la iglesia de la Santísima Trinidad del distrito IX de París. Este órgano no es cualquier cosa. Fue construido por Aristide Cavaillé-Coll en 1868. El de Notre Dame también fue construido por él. Cuando estuve en París y di con la iglesia entré temblando, como quien va a tocas -o mejor, a oír- las reliquias de un santo. Messiaen tocó este órgano hasta el fin de su vida. Ya mayor, el ayuntamiento de París instaló un ascensor, para que el músico pudiera subir. Sí, realmente Messiaen amaba aquel órgano y también a Aquel a quien se dirigía su música. Hay algo de leyenda, de maese Pérez el organista, en esa iglesia de París. Bach y Messiaen son los músicos cruciales en el repertorio de este instrumento. Sin omitir su función religiosa, Messiaen supo hacer en él música contemporánea de muchos quilates. Durante la década de 1930 compuso obras sobre la Natividad, la Ascensión y les corps glorieux de los resucitados.
La música de Messiaen siempre se orientó hacia aquellos misterios luminosos de la vida de Cristo. Un hombre que ha vivido de niño la primera Guerra mundial y caído preso durante la segunda, que vio a Europa rota por la barbarie más sangrienta, ese hombre supo entregarnos la más radiante esperanza, desgranada en unas simples notas sucesivas. Es como si estuviera imantado por la esperanza del que confía – a pesar de los pesares- en que un Niño en pañales se alza sobre la noche más negra. En esas circunstancias Messiaen no musicó la pasión de Cristo sino su nacimiento, su infancia y la resurrección de aquel cuerpo frágil. De ahí que compusiera sobre las cualidades que los teólogos atribuyen a los cuerpos de los resucitados: claridad, agilidad, impasibilidad. Hace falta mucha fe, tanta como la de Messiaen, para acercarse a esto. Sin embargo, a veces escuchamos en su órgano unos sonidos como jamás, hasta él, se habían escuchado sobre el planeta tierra.

Tras la guerra, Messiaen compuso en su órgano tres obras mayores: una misa de Pentecostés, el libro del santísimo Sacramento y la Trinidad. Es un estilo más meditativo y abstracto, con menos colorido y agilidad de aquellas obras iniciales. Es como si el autor, al igual que maese Pérez el organista, alzase en su órgano el último y definitivo rompimiento de gloria. Algo así como echar un vistazo a la eternidad divina, pero también humana (esa gota minúscula de eternidad que cada quien lleva en su almario) porque Dios y hombre no pueden ir más que de la mano, no a contramano ni en guerra, aunque caigan bombas y chuzos de punta.

Antes de finalizar, una advertencia. La música contemporánea necesita paciencia, la misma necesaria para entender otro idioma. Pero merece la pena: después nos permite acercarnos al mundo desde perspectivas de palabras nuevas. Toda la obra de Oliver Messiaen se puede encontrar gratis en YouTube. La Natividad es un modo estupendo de empezar. Alguna de las obras de Messiaen se pueden ver y oír interpretadas en el órgano de Notre Dame, por el organista de esa catedral, que curiosamente también se llama Olivier.




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REHUMANISMO

Desde Numen queremos reivindicar, con humildad y con orgullo, la belleza de un concepto, el de rehumanismo, que conduce no solo a la libertad y la igualdad de todos los miembros de nuestra especie, sino sobre todo a la fraternidad. Esta es la cumbre de las otras dos, porque si el amor al hermano no es libre no es amor y si el hermano no es igual a mí no es hermano. Igual que a los romanos les cautivó no el mensaje de los cristianos sino el amor que dispensaban, el mayor atractivo de este rehumanismo es su canto a la belleza y excepcionalidad de este hombre que Homero cantó y Cristo declaró más valioso que todos los lirios y pájaros del campo, para salvarlo no solo de la ignorancia y la oscuridad, sino sobre todo del desamor. Reunimos un conjunto de textos, de diversa vocación y naturaleza, con un ánimo común: el de invitar a reinventar el valor de lo humano a través del amor.


Jesús Cotta

John N. Stephens

Armando Pego: 

Jacinto Choza

Ander Mayora

José María Jurado


Manuel Neila: 

Antonio Pele

Emilio López Medina

José Julio Cabanillas







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PRESENTE Y FUTUROS DE LA TRADICIÓN

La naturaleza humana consiste en una vida dotada de logos o en un logos dotado de vida. La tradición tiene mucho que ver con ella: nos transmite como algo precioso el modo cultural en que los que nos han hecho posibles han ido desplegando antes de nosotros esa naturaleza híbrida tan única en el cosmos. Sin embargo, con el progresivo desarrollo de la Ilustración, los grandes referentes tradicionales (religión, tradición y naturaleza) han sido sustituidas por los de ciencia, progreso y autonomía individual: las trillizas de la razón frente las trillizas del miedo, lo irracional, la neofobia. En el presente monográfico hacemos balance de las consecuencias del abandono de la tradición y de su necesaria reevaluación como pauta de diálogo entre generaciones.


Jesús Cotta

Raimon Arola

José Luis Trullo

Miguel d'Ors

José Julio Cabanillas
Antonio Rivero Taravillo:

Javier Recas






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DE LO ESPIRITUAL EN EL ARTE

Incluimos tanto textos y entrevistas de reflexión general, acerca de la mística y la racionalidad, del espacio que ocupa el cristianismo en la sociedad moderna, de cómo la herencia clásica grecorromana se proyectó hacia el modelo de hombre cristiano, del modo en que el arte acoge lo espiritual en nuestros días, o de la capacidad de la música para abrirse a la trascendencia; como desarrollos de aspectos más concretos, caso del modo en que Dios ha sido abordado por la poesía y el aforismo, o los tratamientos particulares de la temática religiosa en algunos autores (Borges, Ibáñez Langlois).


Francisco Lorca
Hiram Barrios

Victoria Cirlot

Jesús Cotta

José Jiménez Lozano
Ángel Justo Estebaranz

Antonio Barnés